Un cerebro pequeñito para tanta perversión. Los secretos no son más que recuerdos banales de mi eterna juventud. ¿Y porque ocultarlos? ¿Porque fingir inmaculada, sin vientre, sin alma? Soy lo que fui, como la tempestad fue una brisa leve. Me encierro entre muros, rodeada de lúgubres miradas. ¡Quiero salir! Espero el momento de decirlo todo, de quedarme sin palabras. ¿Pero, quien me querrá escuchar? Solo el viento, solo el viento me dijo. Yo espero. Veo a la muerte sentada, veo las perversiones proyectadas en sus ojos. Misericordia para este cuerpo.