Reconóceme como quien soy,
la carne y el vientre.
Arrástrame, si quieres,
a la tierra humedecida.
Bótame, ingiéreme,
muérdeme como tu alimento.
Pero no olvides que la sangre no olvida,
que el rumor de las hojas no teme,
que el susurro del bosque abomina.
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