martes, 8 de septiembre de 2009

La arena

Y porqué escribir en pos de honores, de tu mano tibia arropando mi rostro. Y porqué fantasiar con tu compania, con un café en un bar de los cincuenta, con alguna tarde en la plaza de Medrano, rodeados de pájaros y agua. Porqué la necesidad de los aromas, de los besos, de compartir.
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En la naturaleza del hombre, la felicidad se simplifica en el equilibrio casi perfecto de la busqueda personal y la otra parte con la que compartit pequeños momentos. Hablo de una mirada con el sol en los ojos, una mano en la oscuridad, un sueño con calesitas, con arena y viento. Nuestros ojos, asu vez, sirven como canal de aquellos temores o anhelos que nunca terminamos de mencionar. Una conexión real se puede entender, en algunos casos, con ver a la otra parte y saber, entender o compr(h)ender sn necesidad de las palabras, del lenguaje mundano. Conlleva tla posibilidad de trasladarse a cualquier realidad, como un viaje entre almas viejas en cuerpos jóvenes y vigorosos. Entonces, en este punto una inflexión, ¿Una conexión real existe o es sólo una fantasía desde el muelle de cara al mar? Esto nos guiará directamente a otro tema amplísimo y totalmente desgastados de la realidad como subjeción de quién la enuncia. La realidad, según mi visión nutrida solo de exeriencias, confluye en las voces ( esta parte del escrito es inentiligle).. como el frío en los huesos. Cuando nos alejamos de esas voces y nos guíamos de los instintos con los que cada uno de nosotros fuimos dotados, la realidad cobra un sentido mucha más extenso y rico de detalles. Conlleva la busqueda personal de la que antes hablaba y de los que tantos otros, catalogarían de locura. Es ambigua y totalmente expansible, sin límites. Es el sueño de cualquier caminante y encontrarle sentido en la cajita musical que embellece al bosque, es el corazón del alma sublevada.

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